Escribe en su Autobiografía: "El día de Pentecostés (23 de mayo de 1847) sentí una luz interior y comprendí que era Dios tan grande, tan poderoso, tan bueno, tan amante, tan misericordioso, que resolví no servir más que a un Señor que todo lo reúne para llenar mi corazón...
Y también escribe estas bellas palabras: "Siempre entro en el Sagrario para hacer la oración más cerca del Señor, y aunque esté lejos y de camino, parece que tiran de mi corazón al ver una torre de iglesia".